Viajar me fascina pero hacerlo en avión aún más; me hace sentir un no sé qué en el estómago mezcla de excitación y felicidad, premisa de experiencias tan enriquecedoras como conocer gente, lugares y culturas nuevas. Aunque se trataba de un viaje largo ya había cruzado anteriormente “el charco” en un par de ocasiones, la primera vez para actuar en Washington DC y posteriormente por motivos personales a Venezuela, destinos de los que guardo preciosos recuerdos.
El viaje a Bogotá era diferente pero me hacía especial ilusión ya que aunque el viajé era por motivos de trabajo y no vacacional, una vez allí me encontraría con algunos familiares que solo pude ver brevemente en una ocasión y con los padres de un gran amigo mío natural de la capital colombiana. Fue al llegar cuando rememoré una sensación que solo el hábito de viajar a diferentes lugares puede llegar a producirte, y aunque suene disparatado en mi caso era el olor. Ese aire que inundó mis pulmones nada más salir de la terminal del aeropuerto de El Dorado era particularmente parecido al que respiré en Venezuela y dado que durante mi estancia en el país vecino fui muy feliz, relacioné los aromas con esa felicidad interna. ¿Será la brisa del Caribe, el perfume de esas tierras? Nunca encontraré explicación pero una cosa de la que sí estoy segura y que algunos de mis compañeros notaron y me hicieron saber, es que los países de región caribeña me sientan bien; en este viaje me sentí más completa tanto en el ámbito profesional como en el personal.
El primer día después del viaje tuvimos la jornada libre para adecuarnos al cambio de hora y algunos compañeros decidimos aprovechar ese preciado tiempo para empezar a visitar algunos lugares de la ciudad como el cerro de Monserrate con su impresionante panorámica de la ciudad y al que hay que subir en teleférico o de la zona centro conocida como La Candelaria recorriendo en un paseo sus calles, incluyendo la simbólica Plaza Simón Bolívar. Lógicamente si uno se organiza y madruga un poco, como hicimos algunos de nosotros durante este viaje, se tiene tiempo para hacer varias excursiones e incluso para descansar en el hotel un rato antes de salir hacia el teatro a trabajar.
Citaré algunas localizaciones más que durante los días posteriores visité en recomendación de mis familiares y amigos bogotanos, como guía para próximos interesados en visitar alguna vez esta gran ciudad. Por ejemplo, la Zona T está repleta de restaurantes y tiendas donde se sitúa uno de los establecimientos más conocidos de Bogotá, Andrés carne de Res recomendada sobre todo para turistas. Aunque para degustaciones personalmente os recomiendo con creces el restaurante Leo Cocina y Cava, ubicado en el barrio de Santa Fe y donde podréis degustar cocina autóctona de autor a través de un viaje gastronómico por los biomas y ecosistemas colombianos de la mano de la chef Leonor Espinosa; disponen de un menú de degustación con maridaje exquisito, eso sí, luego mejor pedid un taxi.
Otro emplazamiento señalado es el Parque de la 93, punto de encuentro cultural donde existen heladerías, restaurantes y locales ideales para divertirse rumbeando y tomar algunas copas por la noche. Aunque para plan cultural tampoco puede faltar una pequeña visita al famoso Teatro Colón para admirar su arquitectura interior asistiendo a cualquiera de los espectáculo que ofrezca en su programación, al igual que el reciente construido Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo ubicado al norte de la ciudad y destinado a recibir espectáculos de mayor envergadura, con una capacidad para 1.321 espectadores. Podría seguir contando mi experiencia en esta linda ciudad, pero prefiero dejar que los curiosos se embarquen en viajar a este destino y la descubran por sí mismos para escribir su propia historia.
Published by: Blanca Agudo in Giras
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